Aproximadamente en el mes de febrero, en función de la climatología, las orugas procesionarias comienzan a bajar de sus bolsas. No obstante este año, posiblemente debido a las temperaturas templadas que hemos disfrutado días atrás, se han detectado ya en la Comunidad de Madrid y provincia de Ávila algunos núcleos de este lepidóptero, que ataca a los cedros y a todas las especies de pinos. Las orugas de la procesionaria forman parte del hábitat de los pinares.
Los nidos comienzan a formarse durante el otoño y cuando las condiciones climáticas son favorables (habitualmente en los meses de febrero y marzo), las orugas abandonan el nido provocando daños en los árboles. También pueden provocar importantes alergias a las personas y animales domésticos, debido al potente efecto urticante de las orugas. Estas larvas están cubiertas de pelos que producen urticaria, que se desprenden y flotan en el aire, por lo que pueden provocar irritación en oídos, nariz y garganta en los seres humanos, así como intensas reacciones alérgicas. La sustancia que le confiere esta capacidad irritante es una toxina.
Las imágenes corresponden a Peguerinos, provincia de Ávila, donde comienza a observarse actividad de procesionaria. El momento de tratar las orugas es antes de que formen el nido, entre agosto y septiembre, con el bioinsecticida: Foray 48B, respetuoso con el medio ambiente. Sin embargo, es en estos meses cuando es más notable y visible su presencia por sus efectos urticantes en personas y animales.
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