La sanidad vegetal es un elemento imprescindible para favorecer la productividad y competitividad de nuestros cultivos y el futuro de nuestra agricultura.
A día de hoy, cuando se habla de la sanidad vegetal, en su conjunto, es normal que este concepto se asocie principalmente a la investigación, desarrollo, homologación y comercialización de productos concebidos para ayudar al agricultor a garantizar la protección de sus cultivos.
Todos y cada uno de los agentes participantes en la industria fitosanitaria tienen como principal objetivo detectar aquellas amenazas que pueden afectar a la salud de las cosechas en cualquier lugar del planeta, para ofrecer soluciones específicas a la existencia de una plaga, enfermedad o mala hierba que pueda poner en riesgo la productividad agrícola y, en consecuencia, su competitividad tanto a nivel micro, como fuente de ingresos para el agricultor, como a nivel macro, manteniendo el protagonismo estratégico de la agricultura en términos de la generación de riqueza y empleo en la economía de los distintos países.
No obstante, el hecho de que la sanidad vegetal, y en concreto las empresas que se dedican al desarrollo, producción y comercialización de productos fitosanitarios, esté orientada a la protección de los cultivos como instrumento para fomentar la productividad y competitividad de la agricultura, no implica que esta sea su única función para la sociedad.
La sanidad vegetal es clave para el desarrollo de soluciones de uso agrícola seguras, saludables y de calidad, tomando todas las medidas y precauciones necesarias para que los alimentos que llegan a los consumidores cumplan con unos estrictos criterios de control y supervisión en este sentido.
Pero, además, conviene también recordar que la sanidad vegetal, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por la Organización de las Naciones Unidas, cumple una función esencial como herramienta para garantizar un acceso más igualitario de la población del planeta a los alimentos, gracias al incremento de la producción agrícola, y, al mismo tiempo, incluye entre los aspectos indispensables para la fabricación y comercialización de productos fitosanitarios que estos tengan un marcado carácter sostenible para el medio ambiente en su conjunto.
En definitiva, cuando se analiza el papel y potencial de la sanidad vegetal, sería erróneo quedarnos únicamente con los fundamentos más visibles de su necesaria existencia, relacionados con aspectos económicos y comerciales.
Solamente con observar con mayor detenimiento su funcionamiento se pone de manifiesto que el hecho de luchar por una agricultura cada vez más productiva y competitiva no tiene por qué estar reñido, en modo alguno, con que esta sea cada día más segura, sostenible y responsable con el medio ambiente.